Por Paula Doria
Mientras el resto de España se asaba bajo una ola de calor, las temperaturas dieron un respiro al Rock Imperium en la jornada de viernes. Bajo el cartel de bienvenida al festival, cruzaron muchas caras nuevas con pases de día, y no era para menos: hoy lideraban el cartel dos auténticos titanes del rock.
Tras los conciertos de Drunkskull y Oniric Prison, llegó una banda de metal japonés que captó la atención de los más jóvenes (y de los más valientes, siendo una de las primeras en tocar bajo el sol cartaginés). Head Phones President, de estilo nu-metal, ofrecieron una actuación intensa con Anza al frente, que lo dio todo sobre el escenario. Les siguieron Secret Rule, cuya vocalista recordaba en estilo a los clásicos de Within Temptation, aunque su propuesta era bastante más cañera. Su metal melódico, con buenas composiciones, animó a varias almas que se refugiaban bajo la sombra.
Cambiando por completo la energía del recinto, Hitten aterrizó como una auténtica explosión con su Hard Rock de los 80. Su intensidad instrumental, especialmente con “Eyes Never Lie”, fue increíblemente bien recibida, desatando la locura entre el público. Una pena que, hacia el final de su show, un fallo en la mesa de sonido bajó el volumen general, pero eso no detuvo ni a la banda ni a sus seguidores. Desde Murcia llegaron 91 Suite, habituales en otros festivales nacionales. Se notó el nivel técnico tanto en batería como en guitarra, especialmente en su nuevo single “Seethe Light”, muy valorado por un público que disfrutaba entre sonrisas, mientras un miembro del staff los refrescaba sin cesar con una manguera.
La banda sueca Amaranthe apareció con un androide futurista proyectado en su pantalla principal. Con tres voces, Elize, Nils (también cantante de Dynazty) y Mikael, sorprendieron a quienes los veían por primera vez. Las dulces melodías de Elize contrastaban con los guturales desgarradores de Mikael, dejando boquiabiertos a muchos.
Uno de los más esperados de la noche, Stryper, atrajo de inmediato a una multitud de fans verdaderamente entregados: vestían de negro y amarillo, llevaban muñequeras, caras pintadas, tatuajes con el logo de la banda y colecciones de vinilos en alto, compensando la falta de decoración en el escenario, que no contaba ni con una lona del grupo. Con la batería colocada de lado, los iconos del rock cristiano respondieron a sus fans con una actuación impecable, tocando clásicos como “Loud N’ Clear”, “Surrender”, “Always There for You” o “WhenWeWere Kings”, todo ello con biblias lanzadas desde el escenario, fieles a su mensaje.
Y tras semejante nivel, llegó el momento más esperado: Scorpions. La sonrisa se dibujó de oreja a oreja entre los fans mientras su escenario tomaba forma. Su producción de luces y visuales fue, como siempre, espectacular, acompañando clásicos como “Bad Boys Running Wild”, “Wind of Change”, la emotiva “Send Me an Angel”, “Big City Nights” o el imbatible “Rock YouLike a Hurricane”. El ambiente se llenó de nostalgia, abrazos y emoción.
Su repertorio no pudo ser más acertado: quienes fueron a escuchar lo mejor de Scorpions, y lo recibieron en bandeja de plata. Sorprende ver a Klaus mantener esa voz tan característica, pero aún más impresionante fue la energía de Mikkey Dee machacando la batería… ¡a sus 61 años! Casi tan increíble como el gigantesco escorpión hinchable que emergió en el escenario, con enormes pinzas móviles y focos que iluminaban al público.
Gloryhammer, vestidos como personajes sacados de Dungeons and Dragons, llegaron con la misión de convencer a los asistentes que aún resistían tras el concierto de Scorpions. Su puesta en escena fue, como mínimo, divertida y original. Con temas como “Universe on Fire” o “The Unicorn Invasion of Dundee”, hicieron saltar a los inagotables de las primeras filas. No paraban de animar con palmas, vítores, brazos al aire y gritos de “Hoots!”, hasta que, por sorpresa, apareció un duende verde con saxofón. Un show lleno de elementos inesperados que conquistó al público.
Para cerrar la noche, Decapitated fue una exquisita sorpresa que pocos esperaban a esas horas. Cada integrante brilló por su dominio técnico. Como un reloj suizo, demostraron una coordinación impresionante que solo se consigue con muchas horas de ensayo. Tocaban con una aparente facilidad que solo da la maestría. Los potentes golpes de batería en temas como “Earth Scar” o “Cancer Culture” se mezclaron con una avalancha de gruñidos y gritos que desataron un pogo ininterrumpido y un mar de headbanging. Sin duda, Decapitated fue una elección brillante para cerrar el día: su nivel compositivo, técnica y experiencia nos dejaron a todos con un sabor de boca inmejorable.